Voy a permitirme
dejar abierta la herida,
que siga el ritmo natural
que le marca el tiempo,
que cicatrice despacio,
en el lugar adecuado,
en el instante perfecto.
Aunque, tal vez,
sea una forma más,
como otra cualquiera,
de admitir la evidencia:
que la herida
tiene vida propia,
que en el juego
va ganando,
que cicatrizará
matando.
© Juan Antonio Baena Niño
martes, 19 de marzo de 2013
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