lunes, 30 de agosto de 2010

Sarta de verdades

Su mar amargo me empapa el sentido,
desaparece el miedo.
Su sabor me rapta,
me venda los ojos y el alma.
Lo correcto se vuelve ridículo,
maquillaje barato,
muñeco sumiso al proxenetísmo
salvaje del que somos cómplices y víctimas.
Ahí radica el valor de su aroma,
de su efecto sedante y depresivo,
de su acidez revoradora de mentiras.
No hay verdad que escape a su fusil;
su salva, siempre apunta al corazón.

©José Manuel Román Mesa

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